Los marcapáginas serán amigos


Durante la Primera Parte tu marcapáginas será como Rodrigo, de naturaleza solitaria. Pero va a necesitar amigos al alcanzar las Segundas Partes. Es una recomendación que podría convertirse en una necesidad: el uso de al menos tres separadores en los viajes por el nam-tar de Capi.

Carta astral de algunos personajes de este volumen


Como curiosidad, ofrezco aquí la carta natal de Paula y de Mara. Para mí solamente es una curiosidad; si para ti es algo más, tal vez sea un buen entretenimiento tratar de explicarte comportamientos y decisiones con esta guía astral. La de Rodrigo aún no la puedo publicar, paciencia. Tal vez, eso sí, puedas hacer un razonamiento inverso y tratar de averiguarlo según lo ves. ¿Te apetece? Si es así, ponme un correo y dime de qué signo crees que es, en su Sol, su signo del zodiaco (o si sabes y te atreves a más, su Ascendente, su Luna o su Venus). Yo te responderé SÍ o NO. 

MARA

SOL: Piscis

ASCENDENTE: Acuario

LUNA: Capricornio

MERCURIO: Acuario

VENUS: Capricornio 

MARTE: Capricornio

JÚPITER: Cáncer

SATURNO: Capricornio

URANO: Capricornio

NEPTUNO: Capricornio 

PLUTÓN: Escorpio 

QUIRÓN: Cáncer 

LILIT: Escorpio 

PARTE DE LA FORTUNA: Piscis 

MEDIO CIELO: Sagitario 


PAULA

SOL: Aries 

ASCENDENTE: Capricornio 

LUNA: Escorpio 

MERCURIO: Aries 

VENUS: Piscis

MARTE: Acuario 

JÚPITER: Virgo 

SATURNO: Acuario 

URANO: Capricornio 

NEPTUNO: Capricornio 

PLUTÓN: Escorpio 

QUIRÓN: Leo 

LILIT: Acuario 

PARTE DE LA FORTUNA: Tauro 

MEDIO CIELO: Escorpio 

Navidad en Amae Pop Blue


El lector de este primer volumen tal vez se haya dado cuenta de que las Navidades no aparecen en esta obra. Se mencionan de pasada sus luces en la ciudad, pero de pasada. Eso no es un olvido o un despiste, es que estas fechas no pintan nada en la historia. Pero queda como una especie de hueco, es cierto. Así que, como regalo navideño, dejo aquí lo que podría haber sido un capítulo de la obra ubicado temporalmente en esas fechas, para que todo quede claro. Es una curiosidad: narrar algo que no es trascendente en la vida de nuestros protagonistas queda en eso, en mera curiosidad. ¡Feliz y dichoso 2025 para todos!


Capítulo Navideño


De toda la vida, las Navidades para Rodrigo estaban muy cargadas de múltiples significados profundos, lo que hacía de este periodo anual una especie de barril de sorpresas que no acababan nunca. Eran significados de recogimiento, calor del hogar; de parón de los estudios y más tiempo con los suyos: sus padres, su hermana, tíos, primos. Eran regalos escogidos con mucha ilusión y criterio, que dar y recibir; rutinas esperadas convertidas en rituales entrañables y de fiesta, cada uno a su manera. En Navidad leían todos más la Biblia en casa, se oraba antes de comer, había reuniones especiales en la iglesia. Eran también, como se ve, significados espirituales y del sentido de la vida: celebración creyente del nacimiento de un Salvador con tanto por manifestar al mundo, por más que uno supiera que realmente Jesús no nació un veinticinco de diciembre y que esa fecha estaba más vinculada a las Saturnales, a Mitra, quién sabe si a Osiris o si Zoroastro por aquí tendría algo que ver. Era convencional, la fecha, pero era la elegida. Luego los adornos, determinadas comidas, el lote de cocinar de su madre y las discusiones estúpidas también eran parte de todo esto. Nada de árbol ni de papá Noel: belén y Reyes Magos. ¡Una delicia que Rodri había siempre disfrutado tanto, incluido el clima…! Los putos petardos no; no le veía la gracia a eso por ninguna parte y era toda una incógnita para él qué pasaba por la cabeza del que los tiraba y qué clase de deleite encontraba en ello.

Ahora no eran así. Ahora, como tanto había cambiado, a él le resultaba imposible ilusionarse con estas fechas, que no detestaba por respeto íntimo a lo que llegó a significar para él. Imposible, en su caso, verlo como un momento medianamente especial donde divertirse y seguir el rollo comercial y cultural: disfrutar el presente tal como es, esa lección difícil. Así es como lo hacen muchos: no creyentes o indiferentes, la Navidad llega y se disfruta así o asá. Él no puede. Tampoco se va a poner triste, simplemente, para empezar, va a hacer algo que hacía mucho tiempo que no hacía: echar cuentas. La verdad, no tiene ninguna necesidad de eso; si lo hace una segunda vez, más adelante, en primavera, entonces sí tendrá motivos. Ahora mismo no tiene nada que temer en lo financiero, pero ese fin de semana tan loco y sublime con su amante Paula, ese "que me tenga que pasar el resto del mes a bocadillos", de hacía casi un mes, no tanto pero casi, le hizo sentarse a calcular para quedarse tranquilo del todo. Eso sí: no podía venir ningún imprevisto. Tampoco iba a hacer regalos ni a comprar turrón, polvorones ni jamón, ni nada fuera de lo corriente. Pero no fue eso lo que le hizo refugiarse en su casa en la Navidad de 2017.

Hacerlo la evocó: a Paula, al fin de semana sin frenos y tan sexo-creativo, y a los días siguientes y algunos encuentros apasionados que eran como el rastro de humo tras una explosión, no de un petardo, de un obús. Como lo siguiente que hizo, con una copita de vino dulce y un café, fue ponerse a leer a Antonio Piñero (¡por fin!) porque, a ver, era Navidad, investigar tranquilo sobre el Jesús histórico, el Nuevo Testamento como parte de la literatura griega, como literatura en sí con visión filológica e historiográfica, pues tenía ahí algún vínculo con sus recuerdos navideños, pero desde una nueva perspectiva que había venido más sigilosa que Gaspar con su camello poniendo regalos en su casa, … Sí, Gaspar, su rey favorito de siempre, no Baltasar aunque fuera negro, Gaspar siempre ha sido el rey más misterioso, porque si un año tenía la barba negra, al siguiente la tenía castaña o directamente rubia, eso es muy misterioso a los ojos de un niño. Quiero decir: estaba solo, en su casa, ese día; a él le gusta leer, investigar, el mundo antiguo en sí mismo, era pura delicia que vino sola, como alargar la mano para tomar otro bombón de una caja surtida. Igual esa tranquilidad y todo lo que en este momento hace, piensa y evoca transforma en aún más sigilosa la conclusión interna de que un espejismo se ha evaporado, un humo se ha disipado. Igual Paula que la Navidad. Aquella no llegaba a tener el sentido profundo que él anhela en una relación, bajo los vestidos de fiesta y disfrute, y la Navidad era ya un sinsentido que él no tiene por qué celebrar de ninguna forma, si vive solo y puede estar en su casa todo lo que quiera quitando trabajo y encuentros paulinos, que sus amigos estaban más con sus familias que otra cosa ahora. Lucha contra una falsedad para hacerla verdad, de un lado, y contra una verdad que ilumina una falsedad de siglos, y se va imponiendo poco a poco, por otra. Y sí, a su modo, sin darse cuenta de la pelea, todo ahí dentro.

Solo. Bien. Agradeció que su familia no hubiese insistido. Sí hubo ahí algunas palabras de Rut para verse en Navidad, con papá y mamá, pero se notaba que eran por compromiso, no hubo ninguna insistencia, verdadera ilusión por verle. Era triste y tranquilizador. Ellos celebrarían estos quince días como siempre, y él eso no lo podría haber soportado. Paula tampoco estaba para las fechas señaladas, eso sí que no pegaba nada con ellos. La había visto hacía dos días, le ayudó a elegir algún regalo, alguna prenda, sin meneos de cuerpo con cuerpo: esos vendrán dos días después de este. Para Paula no había significados profundos por ningún lado, y se podía permitir disfrutar de sus Navidades como siempre. No era tampoco muy navideña, pero esas fechas se disfrutaban así y ella lo hacía. Lo más navideño que hicieron juntos fue colocar bolas y adornos en el arbolito de plástico que ella había comprado en un bazar chino para poner en su saloncito, más que nada para el tema fotos y redes sociales. Luego, Nochebuena con Elena y varios primos más, y su padre de invitado; fin de año con sus amigos del barrio a puro cotillón con un encuentro el mismo treinta y uno con el Yuju, quiero decir, con Iván, su hermano, con quien almorzó en casa de su madre, con mucha tele puesta para evitar silencios que llevarían más tarde a discusiones inevitables. Y luego a ratos con el grupo de Fátima, incluida la cabalgata, una cabalgata pasada por el agua de un diluvio y a toda pastilla, ¡cómo no!, esa es nuestra suerte: narramos en Sevilla y llueve cada dos por tres; en los días intermedios Rodrigo a veces estaba, a veces no, pero como siempre. Igual que a su familia, a Paula también le agradeció internamente que no le pidiera estar con ella en Nochevieja, en lo que para Rodri era el coñazo de un cotillón y para Paula el ole, ole de un cotillón, serpentinas, matasuegras, confeti, el gorrito, el asqueroso champán que ni era champán. Era raro todo en su ficción común, una Navidad es algo muy de novios ahí juntos de acá para allá, y más como estaban de fogosos y deseosos de verse ambos, pero tratar de averiguar por qué Paula le vetó esos días podría ser de nuevo darle al coco, y el coco es duro pero tiene sus límites, si le das martillazos en ocasiones se parte y todo. En algunos momentos Capi piensa en que es mejor no pensar, y a riesgo de pasar por tonto deja correr según qué temas o hacer como que no se da cuenta, por puro interés, Rodri no es un santo: la Navidad le hacía daño a su alma y no quería celebrarlas pero tampoco distorsionar las de su mente, las verdaderas evaporadas en las que una Paula no pintaba nada, quería reservarse su derecho a ponerse algo melancólico si le venían esas ganas, una Nochebuena o un fin de año con Paula era hacerlas doblemente falsas: le recordaría lo falso del trasfondo que él sostuvo en su interior y su sentido perdido, y fingirían festejarlas, además.

Alejadas de su mente las Navidades, o casi, porque al completo no se puede, ahora se ha puesto una lista de reproducción de YouTube que rememoraba las cintas heavy de esos años ochenta que él nunca conoció, especialmente las de Chapa Discos. Es que lo del petardo y el obús le recordó a Obús, a Barón Rojo y luego esa lista de reproducción que tenía también a Leño y otros grupos, algunos rarísimos para nosotros, habitantes del siglo XXI, como Panzer y ese Perro viejo que Capi escucha con sus auriculares enganchados a su móvil medio bailoteando (se ha levantado del sofá, al fin, necesita movimiento aunque no lo reconozca), y descompone analíticamente esa y las demás canciones siguiendo la batería, el bajo, esta guitarra, la otra,... Escucha cada canción unas cuantas veces por eso, tratar de seguir el rastro de un instrumento a lo largo de un tema le es muy placentero. Lo dicho: eso del petardo le hizo desperezarse de su modorra pseudonavideña y le apetecía y, además, eso, que no pegaba en Navidad, mejor, la olvidamos también de esta manera.

Ahora, aquí nadie se cree que no vaya a hacer alguna clase de ritual... ¡Es Capi! Aunque sea uno propio, solo vinculado a sí mismo. Su mente... Unas cosas evocan a otras, como acabamos de ver, es lo que tantas veces hemos llamado inconsciencia, que en él es muy relevante siempre. Las evocaciones, las invocaciones, la intuición y el impulso reprimido. Claro, ¿qué viene después de Panzer? Pues viene Sobredosis, aún menos conocido, y su tema estrella, el de las recopilaciones, es Caliente como un volcán. Se cierra el círculo, le devuelve a Paula una vez más, a ese inolvidable fin de semana tan potente e insaciable. ¿Cómo o por qué le dijo aquello de que había notado que era un poco fetichista? ¿En qué, en qué lo había notado? ¿Tal vez la inconsciencia de Paula, que tendría también, su intuición? ¿O tal vez fue un farol que le salió bien, dando por hecho que todos los hombres deben de serlo y, por tanto, él también? Porque, vamos, ¿qué pistas podría haberle dado él, que ni siquiera había pensado en si lo era o no? Y se despertó un recuerdo lejano que le llevó a por las escaleras para abrir uno de los altillos, se le encendió una luz repentina, y no una luz cualquiera: parpadeaba, roja y verde, como las que se ven ahora en muchas casas que celebran esta época. 

Sí, se acordó. Hacía tanto... Hace años, paseando por un bazar chino, se quedó un buen rato observando zapatos. De mujer. De tacón. Le atraían. Y, sin saber para qué, y con mucha vergüenza disimulada, se compró dos pares. Los de tacones más altos. Unos eran negros y los otros rojos. Y recordó que los tenía en ese altillo, y fue a por ellos. Apartó bolsas, una cajita con cedés de Vuelta a la insania y libros del colegio y libretas antiguas y dio con ellos, con los rojos. Nada que ver con los de Paula de aquella noche, estos eran de los baratos. Pero eran rojos, eso sí. Guardó la escalera, pasó un paño seco por ellos y, como no tiene abeto ni chimenea, los puso sobre un estante del salón, el más cercano a las puertas acristaladas que dan acceso al patio, y los colmó de caramelos, que también tenía en ese altillo, en una bolsa, de la cabalgata del año anterior. Una vela blanca encendida; el zapato izquierdo a la izquierda, lleno de caramelos; el zapato derecho a la derecha, desbordado de caramelos; y contemplar la composición un rato, recordando a Paula, recordándose con Paula si miraba los tacones, recordándose a sí mismo si miraba la llama de la vela.



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